Taller de Movimiento Libre

Música, Silencio y Mucha Tela…

No tengo otra manera de describirlo: si apagasen la música esto sería un digno retrato de un manicomio tradicional.
Llegué aquí hace un año y tengo la sensación de que, transcurrido este tiempo, curé heridas, solté rencores y reconocí nuevos miedos en forma de voces.
Más que eso: Me Vi.
Verte a ti misma no es fácil, has de estar preparada (cuándo se supone que estás preparada?), has de querer verte (puede ser una pista para saber tu nivel de preparación) y no todas queremos.
Ojo! No creo ser mejor que el resto, y me siento más valiente que ayer.

Lo reconozco: siempre he querido que el mundo me reconozca, me valore y me ponga un valor: “Qué bien bailas”. Y lo han hecho, de hecho es el juicio que recibo a menudo y el que me ha llevado día a día a no decepcionar a nadie.
De pronto llegas a un lugar casi desconocido. Casi, porque hay música y complementos; ritmo y movimiento , pero resulta que aquí NADIE TE HACE CASO. Buscas en tu “Repertorio de bailes y comportamientos para gustar”, y eliges lo que se te da bien, y siguen sin hacerte caso, sin juzgar…SILENCIO…MIEDO (¿?).
Y lo ves! Ahí está, ahí ha estado de manera constante esa gran ambición porque te acepten. Es una droga, y de las duras, porque en una hora y media el síndrome de abstinencia es intenso: miras las expresiones de quienes comparten ese espacio contigo buscando esa sonrisa complaciente de “lo estás haciendo bien”, y NO ESTÁ!! (pero seguro que alguien lo pensó- comienza la voz).

Sales el primer día intentando recordar si alguien te sonrió o te envió un mensaje de algún modo, y quieres pensar que sí, como si eso fuese posible saberlo, como si al hacerlo calmases una sed extraña…
No estás obligada a nada, y es casi genial! (casi, de nuevo..) Puedes hacer lo que quieras…y ¿qué sé yo lo que quiero?!
“Quiero dormir”. Pues duerme! ¿Pero qué es eso de pagar en un sitio para dormir, pudiendo bailar haciendo incluso un poco de ejercicio? Qué desperdicio- vuelve la vocecita buscando amor. Y te acompañas a dormir. Sí, te acompañas porque creo que este es el truco (cada una halla el suyo), en ser tu propia voz, tu propia compañera.
“Quiero llorar”…llora!…pero es una música tan alegre! Cómo vas a desperdiciarla?- y dale! Y ahí estás tú, llorando tu dolor con una banda sonora a la que claramente le corresponde una hermosa coreografía bollywoodiense .

Muy de vez en cuando vuelve ese deseo de aceptación (¿acaso se fue en algún momento?) y te descubres dándole tú el primer estacazo: la aceptas como tuya y la rechazas como herramienta, comenzando entonces un recuento histórico de la cantidad de veces que te la han presentado como el único modo de sobrevivir y crecer. Haces consciencia de que en algún momento de tu vida la tomaste, la pusiste en tu mochila y te habituaste a su peso, te hiciste a ella y no la cuestionaste.

Y vuelves a dormir, o a llorar (pero, ¿quieres bailar de una vez?- ni caso)…y te abrazas, pides una almohada y una tela lo suficientemente gordita como para abrigar más ese dolor, para amarlo.

Y un día (ya lo habías hecho antes, momentos efímeros) bailas para ti: te mueves, te sientes, te escuchas y vibras con tu ritmo en total quietud ante un son trepidante, danzando tu propia vida, sabiendo que ahora eres un poquito más tuya y cada vez menos de los demás.

San Fernando de Henares. 2018-2019

Gracias María

Deja un comentario